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Quien necesita Yoga?


Artículo origina por Ty Landrum (Original)

Traducido por Nita Miralles @ReinodeNita

EN LAS IMÁGENES DEL YOGA MODERNO PREDOMINA UN MARCO
ETÉREO. DONDEQUIERA QUE MIREMOS, VEMOS CUERPOS FLEXIBLES QUE SE DOBLAN EN FORMAS IMPROBABLES Y SE BALANCEAN ELEGANTEMENTE EN EL PRECIPICIO DEL DESASTRE MÉDICO.
ESTAS IMÁGENES PUEDEN DAR LA IMPRESIÓN DE QUE EL YOGA ES PARA PERSONAS QUE VIVEN UNA EXISTENCIA ETÉREA, PERSONAS A LAS QUE LES PUEDEN FALTAR HUESOS, QUE FLOTAN EN LA ATMÓSFERA Y QUE RARA VEZ TOCAN EL SUELO CON SUS PIES. PERO ESTAS IMÁGENES SON INCIDENTALES, DE MENOR IMPORTANCIA. NO REFLEJAN EL PERFIL DEL PRACTICANTE DE YOGA ORDINARIO. POR EL CONTRARIO, HACEN ALGO MÁS INTERESANTE. REFLEJAN NUESTRA FASCINACIÓN POR EL POTENCIAL CONTORSIONADOR DEL CUERPO HUMANO Y, AL HACERLO, SIMBOLIZAN, AUNQUE IMPERFECTAMENTE, NUESTRA ADMIRACIÓN INHERENTE POR LA VITALIDAD.

Las imágenes yógicas son notablemente antiguas. Proporciona la evidencia más remota que tenemos sobre el yoga en el mundo antiguo. Una de las piezas más antiguas es el sello Pashupati del sitio de excavación Mohenjo-Daro ubicado en el Pakistán actual. Presenta una figura humana con largos cuernos sentado en lo que parece ser Mulabandhasana. El sello precede a la era actual en más de dos milenios, y representa una civilización sobre la cual entendemos muy poco. El significado del sello está oculto en la oscuridad, y esto es habitual para artefactos que pertenecen a los antiguos orígenes del yoga. A veces, podemos decodificar su simbología lo suficiente como para contar una historia coherente sobre lo que podrían significar, pero solo podemos imaginar la conciencia en la que fueron creados.

A lo largo de su larga y complicada historia, el yoga ha formado innumerables alianzas con diversas tradiciones alquímicas y soteriológicas (Soterología: el estudio de las doctrinas religiosas de la salvación). A la luz de la diversidad, muchos estudiosos ahora argumentan que no hay una sola cosa llamada “yoga” cuya tradición podamos rastrear. Y eso puede ser. Pero si miramos ejemplos de imágenes yóguicas a lo largo de las épocas, desde los antiguos sellos del valle del río Indo hasta las talladas figuras en los templos medievales de Tamil Nadu, o las pinturas Kalighat de la Bengala colonial y las imágenes cristalinas que fluyen a través de nuestroscanales de redes sociales de hoy en día, siempre encuentras ese marco etéreo. Siempre existe ese deseo evidente de elevar la conciencia por encima de nuestras limitaciones, y así enriquecer y expandir la experiencia humana.

Este marco etéreo es el hilo conductor de lo que reconocemos como imágenes yóguicas. Y si podemos seguir ese hilo a través de laseras, entretejiéndonos a través de innumerables contextos sociales y rituales, es posiblemente debido a la forma en que lo que reconocemos como práctica de yoga responde a una necesidad arquetípica humana: la necesidad de ser flexible, maleable y cumplir con las presiones persistentes para adaptarse a las circunstancias cambiantes de la vida. Esa necesidad se ha entendido de maneras diversas y a menudo opuestas, como lo demuestran los enfoques Védico, Tántrico y Advaítico al problema. Podría decirse que ninguno de estos es definitivo, pero tampoco se puede descartar ninguno de ellos. Lo que es pertinente es la forma en que cada uno de ellos responde a nuestra sentida necesidad de romper nuestros arraigados patrones de condicionamiento, abrir nuestras mentes y evolucionar.

El yoga moderno no se adhiere a ninguna filosofía en particular. Existe más simplemente como un conjunto abierto de prácticas y técnicas para ayudarnos a superar nuestras limitaciones psicológicas. Cualesquiera que sean las promesas de la práctica del yoga, lo más relevante y persuasivo es que el yoga nos permite relacionarnos más abiertamente con la otredad, condición de ser otro. La práctica nos enseña a mantener un espacio abierto de conciencia compasiva para que nuestros propios pensamientos, emociones y recuerdos se desarrollen, sin importar cuán exagerados o amenazantes parezcan. A través de esta práctica, nos damos espacio, y permitimos que nuestras mentes respiren, para que la alteridad, capacidad de ser otro, pueda aparecer dentro de nuestra conciencia, y podamos relacionarnos con ella más abiertamente, sin ser obstaculizados por nuestros miedos y ansiedades. Es decir, podemos recibir alteridad y ser afectados por la otredad, adaptándonos a su realidad sin tener que reforzar ninguna idea o imagen particular de nosotros mismos en el proceso.

La recepción de la alteridad, de lo otro, dentro de nosotros mismos ayuda a romper las imágenes de nosotros mismos. Y en este sentido, las prácticas de yoga son vehículos para la liberación psíquica. Nos ayudan a liberarnos de los enredos de pensamiento, emoción y memoria a los que nos aferramos tan ardientemente. Nos ayudan a soltar cosas para que no cuajen en la huella de nuestras experiencias, pero que podamos continuar cambiando y adaptándonos a nuestras circunstancias. En pocas palabras, las técnicas de yoga nos ayudan a rompernos, desmenuzarnos, a nosotros mismos. Nos ayudan a romper la congestión de nuestros engaños y presunciones, perforando la armadura con la que nos ocultamos y nos protegemos de la otredad del mundo. Y al hacerlo, nos ayudan a liberarnos del estancamiento de nuestro condicionamiento, para poder abrirnos a nuevas relaciones y nuevas experiencias posibles.

El orfanato de las prácticas modernas de yoga de las tradiciones históricas de las que descienden, a menudo, se considera corrosivo para su potencia, pero podría decirse que lo contrario es cierto. No importa cuán ricas y convincentes sean esas tradiciones, sigue siendo esencial que traduzcamos nuestras experiencias yóguicas a nuestro propio lenguaje vivo, en palabras que traigan esas experiencias a casa y nos involucren tal como somos. La elisión de conceptos anticuados del lenguaje del yoga es, por lo tanto, un aspecto esencial y no del todo lamentable en su adaptación a la vida moderna. Sin imponernos las limitaciones arcanas o misteriosas de las ideas históricamente distantes, podemos tener una experiencia más auténtica de nosotros mismos a través de la práctica. La eliminación de esas ideas significa que podemos darnos más espacio para respirar, más espacio para instalarse en nosotros mismos, y más espacio para seguir el flujo de despertar que ya está fluyendo a través de nosotros.

Esto es parte de la inteligencia del yoga moderno. Como fenómeno global, el yoga no está ligado demasiado estrechamente a ninguna filosofía particular, ni a ninguna concepción particular de la relación entre lo humano y lo divino. Y solo por eso, puede enfocarse en lo que es más cautivador, concretamente, el proceso de romper el yo y crear más espacio para que los procesos naturales de creatividad se desarrollen. Hay, por supuesto, personas que a día de hoy discutirían interminablemente sobre los credenciales relativos al dualismo, el no dualismo, el monismo y similares, pero el movimiento moderno de yoga es en gran parte agnóstico sobre estas cuestiones especulativas, y lo cual es comprensible. En los tiempos modernos que vivimos, no tenemos necesidad del tipo de pensamiento que pende sin aliento sobre estas delicadas distinciones, y abundan las pruebas de los problemas que surgen cuando permitimos que ese tipo de pensamiento se congele como certeza. Además, las preguntas especulativas que subyacen a estas distinciones tienden a perder su fuerza bajo la influencia suavizante de la experiencia yóguica, y esa experiencia es realmente el centro de la atracción.

Lo que llama la atención de la mayoría de los practicantes de yoga modernos no es una visión particular de la realidad que pueda o no ser alentada por la práctica, sino la experiencia inmediata de la liberación mental que es tan cálidamente invitada por cada respiración. Lo más intrigante de la práctica de yoga es que funciona: cuando llevamos a cabo la práctica asiduamente, sin pausa, durante un tiempo razonable, descubrimos que podemos entrar en nosotros mismos, creando un espacio dentro de nuestras mentes para relacionarnos con la alteridad de una manera más abierta y auténtica. Y este es el objetivo: solo relacionándonos abierta y auténticamente con la otredad podemos evolucionar, ya que es precisamente en relación con la otredad donde expresamos creatividad, conciencia, compasión y resiliencia.

Entonces, el proceso de irrumpir en nosotros mismos y crear espacio para lo Otro es crucial para nuestro desarrollo psicológico. Y todos podríamos usar algún tipo de práctica interna para ayudar a que ese proceso se desarrolle, ya que todos tendemos a estancarnos en nuestros propios patrones psicológicos. Este es quizás el problema fundamental que la práctica del yoga siempre ha tenido que resolver, el problema de sacarnos del fango de nuestro propio condicionamiento. Este problema es posiblemente más urgente ahora. La vida moderna, después de todo, nos lleva a un aislamiento extremo, donde rehuimos nuestros problemas colectivos con una apatía peligrosa. Tal vez no sea coincidencia, entonces, que un esfuerzo colectivo sin precedentes sea la única posibilidad que tengamos para revertir nuestros patrones destructivos hoy y resolver los problemas colosales de nuestro tiempo. En este momento crucial de la historia, cuando tenemos armas nucleares apuntando en todo el mundo, y nuestros patrones de origen y consumo están destruyendo rápidamente las condiciones de la vida humana en nuestro planeta, nuestra supervivencia depende de nuestra capacidad para romper nuestros patrones de pensamiento condicionados y actuar; salir de nosotros mismos, reconocer la cruda realidad de nuestras crisis y luego unirnos, junto con el resto de la humanidad, para tomar medidas radicales e inmediatas para hacer frente de manera inteligente a nuestros problemas casi apocalípticos.

Hoy, ya no podemos permitirnos limitar el yoga a fines espirituales. El yoga es quizás el instrumento más poderoso que tenemos para salir de nosotros mismos y superar los efectos paralizantes de nuestro condicionamiento psicológico. En la misma cuenta, no podemos permitirnos restringir el acceso al yoga, ni crear divisiones dentro del yoga que refuercen esa mentalidad arcaica y destructiva de “nosotros contra ellos”. Lo que creemos que es el yoga “real” podría no serlo para todos (o para cualquier persona que viva ahora) pero todos necesitamos el tipo de provocación a la apertura y al cambio que incluso las formas más populares de yoga pueden inspirar. El verdadero yoga no es el que nos llega a través de esta o aquella autoridad, sino el que nos saca de nuestros delirios, nos saca de nosotros mismos y nos expone al hecho de que no estamos aislados unos de otros, sino inextricablemente Unidos, y con la tarea de encontrar formas de convivencia que expresen nuestra fundamental adaptación, amabilidad y generosidad.

La popularización del yoga, cualesquiera que sean sus inconvenientes, puede ayudar a inspirar este tipo de realización, dándonos métodos simples y convincentes para romper nuestras congestiones mentales y nuestros estancamiento a nivel práctico, disolviendo los delirios individuales y colectivos que oscurecen nuestra profundidad y naturaleza amorosa. Esto es algo que todos podemos apoyar sin reservas, si tan solo podemos hacernos a un lado, y mirar el panorama general. En lugar de crear más jerarquías divisorias, más oscurecimientos elitistas o más estructuras de acceso restringido y privilegio protegido, debemos trabajar juntos para batir la mente colectiva, descubrir la potente esencia del yoga y luego permitir que fluya, para que podamos compartirlo con absolutamente todos.

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