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Yo vengo a ofrecer mi corazón.


“La enseñanza que deja huella no es la que se da de cabeza a cabeza sino la que se hace de corazón a corazón.” H.Hendricks

Hay algo en el “toque” que lo hace mágico.

Hace muchos años hice el instructorado de pilates reformer en un, para esa época, reconocido instituto que era el único que enseñaba el método. Era interesante sentir el trabajo en el cuerpo, pero había algo en la distancia, en lo impoluto en el no transpirar, en el no tocar "al cliente" que me hacía ruido.

Cuando comencé a dar clases me declare en rebeldía (como casi siempre) y comencé con breves y pequeños toques, a indicar detalles pequeños e importantes. La respuesta fue inmediata: ahora que tocaste lo entiendo.

Desde chica hice diferentes indisciplinas, ninguna en profundidad xq no fue una infancia muy cuidada o tal vez no se usaba tanto en mi familia llevar a los hijos a talleres artísticos, deportivos, clubes, etc

Recién en la adolescencia comencé a entrenar en patín artístico...era sublime… el patinar; no yo como patinadora. (Ja!)

Algún registro quedo en el cuerpo acerca de la libertad de ponerlo en movimiento y la adrenalina que genera la velocidad y el equilibrio, y la estabilidad y lo importante de donde enfocar la mirada. Patinar requiere la dosis justa de fuerza y elasticidad. Años de pues fui despuntando el vicio con diferentes clases de danzas. En cada una de esas clases era crucial el toque, la indicación táctil del docente.

“Dime y lo olvido, enséñame y lo recuerdo, involúcrame y lo aprendo.”

B. Franklin

Creo que por eso, cuando descubrí ashtanga me capturó de inmediato y me volví su fan. (Léase fan, no fanática...hay diferencia).

El silencio de la práctica y la breve indicación oral, pero la firme y constante indicación táctil fueron el sumun. Mi cuerpo entiende sin que yo interprete… piense…aparezcan interminables palabras en mi cabeza, explicaciones...Es decir, mente y cuerpo van juntos, ejecutan al mismo tiempo que llega a mi desde lo más primitivo, el toque.

“Con mis maestros he aprendido mucho; con mis colegas, más; con mis alumnos todavía más.”

Probervio Hindú

Hay días, que arranco cansada, soy un ser humano...si... Amo mi trabajo y aun así a veces me gustaría quedarme durmiendo en mi casa, sin horarios ni obligaciones....sin embargo, algo cambia instantáneamente cuando doy esos "toques, " ajustes", "asistencias".

Hay un poder transformador en tocar al otro, en indicar con las manos, con las caderas, con los brazos, siempre con un respeto fundamental por el espacio físico y el cuerpo propio y ajeno.

Hay un entendimiento mutuo que va más allá de las palabras, hay algo sanador en las manos. En la calidez de esas manos firmes y amables que indican el lugar que aspiramos abrir, encontrar, destrabajar, en nuestro cuerpo.

Para mí es abrazo yogui.

“Si quieres aprender, enseña.”

Cicerón

Un desconocido que había estado en India y al que nos cruzamos por esas causalidades de la vida, nos dijo una vez, que “el abrazo” es algo muy profundo, es sentir con mi corazón el latir del otro. Que sólo cuando podemos sentir nuestros corazones, podemos soltar ese abrazo. Y para mí, el toque en cada " corrección", esa manera de guiar tan primitiva, tan escencial, tan de vida a vida, es ofrecer mi corazón.

Cuando cada persona con la que conecto en las clases permite y me cede su cuerpo, aceptando esos pequeños toques, se produce para mí un dialogo de energías que traspasa la fiscalidad... Es de corazón a corazón. Es lo más puro e instintivo....es ese espacio vital donde nos reconocemos como iguales.

Por eso...a pesar del cansancio que pueda tener, cada vez que asisto un ásana, siento un profundo respeto, una reverencia por la vida, un agradecimiento por permitirme ser parte del proceso transformador que el yoga hace en nosotros, ya sea a nivel mental, espiritual o simplemente corporal.

“Yo no enseño a mis alumnos, solo les proporciono las condiciones en las que puedan aprender”.

A. Einstein


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